¿Por qué llamarlo «Swindle»[*]?
por Richard StallmanSuelo tomarme la molestia de poner motes mordaces a los productos nocivos. Los ordenadores de Apple restringen a los usuarios y los llamo «i-Cosas», y al abusivo lector electrónico de Amazon lo llamo «Swindle». A veces me refiero al sistema operativo Windows de Microsoft como Losedows[**], y a MS-Dos, primer sistema operativo de Microsoft, le puse el mote de MS-Dog (MS-Perro)[1]. Esto lo hago, claro está, para desahogarme y para divertirme. Pero esta diversión tiene un propósito importante que va más allá de lo personal: burlarse de nuestros enemigos recluta para nuestra causa el poder del humor.
Parodiar un nombre indica falta de respeto. Si respetásemos a los fabricantes de estos productos, usaríamos los nombres que ellos mismos eligieron… y ese es el meollo del asunto. Estos productos nocivos merecen nuestro desprecio, no nuestro respeto. Todo programa privativo somete a los usuarios a los designios de alguna entidad, pero hoy en día los programas que se usan más ampliamente van aún más lejos: espían a los usuarios, los restringen e incluso los maltratan. Se observa una tendencia hacia productos cada vez más nocivos. Hay que acabar con estos productos. Y los que tienen DRM deberían ser ilegales.
Cuando nos referimos a ellos, tenemos que mostrar que los reprobamos, y ¿qué manera más fácil que parodiando sus nombres? Si no procedemos así, a menudo ocurrirá que los mencionaremos sin dar a conocer nuestra reprobación. Cuando el producto se menciona mientras se está hablando de otro tema, por ejemplo, tomarse el tiempo para explicar que es malo podría parecer una digresión excesiva.
Mencionar estos productos por su nombre, sin reprobarlos, los legitima, que es lo contrario de lo que se merecen.
Las empresas escogen los nombres de sus productos como parte de un plan de marketing. Eligen nombres que suponen que la gente va a repetir, y luego invierten millones de dólares en campañas de marketing para que la gente los repita y piense en ellos. Normalmente, el objetivo de estas campañas es lograr que la gente admire estos productos en virtud de cualidades superficiales y pase por alto el daño que causan.
Cada vez que llamamos a estos productos por los nombres que utilizan las empresas, estamos contribuyendo a sus campañas de marketing. Repetir estos nombres redunda en un activo apoyo a sus productos, mientras que si los parodiamos les negamos nuestro patrocinio.
Aparte de los nombres de los productos, otra terminología puede suscitar un problema parecido. Por ejemplo, DRM se refiere a la creación de productos tecnológicos destinados a restringir a los usuarios. Esta práctica imperdonable merece nuestra fervorosa hostilidad hasta que la erradiquemos. Naturalmente, los responsables le pusieron un nombre que encuadra el asunto a favor de su propio punto de vista: «gestión digital de derechos» («Digital Rights Management»). Este nombre es la base de una campaña de relaciones públicas que pretende obtener el apoyo de entidades que van desde los gobiernos hasta el W3C[2].
Emplear su misma terminología implica ponerse de su parte. Si no estamos de su lado, ¿por qué apoyarlos implícitamente?
Nosotros estamos de parte de los usuarios, y desde el punto de vista del usuario lo que estas características antifuncionales gestionan no son derechos sino restricciones. Por lo tanto, las llamamos «gestión digital de restricciones» (Digital Restrictions Management).
Ninguno de esos términos es neutral: al elegir un término elegimos de qué parte estar. Elijamos el lado de los usuarios y hagámoslo saber.
En cierta ocasión, un hombre que asistía a una de mis charlas afirmó que «Digital Rights Management» era el nombre oficial del DRM, el único nombre correcto posible por tratarse de su nombre original. Sostenía que, por ende, estaba mal que nosotros lo llamásemos «Digital Restrictions Management».
Los que crean un producto o lo comercializan suelen ponerle un nombre antes de que sepamos de su existencia. Si esta primacía temporal nos obligara a usar ese nombre, tendrían automáticamente una ventaja adicional además del dinero, de la influencia mediática y de una posición privilegiada en el mundo de la tecnología. Tendríamos que luchar contra ellos atados de pies y manos, y además amordazados.
A algunas personas les disgusta distorsionar nombres ya que lo consideran «pueril» o «poco profesional». Lo que quieren decir es que el mote no suena formal y carente de humor, y esto es bueno, porque no tendríamos al humor de nuestro lado si intentásemos sonar «profesionales». La lucha contra la opresión es una tarea mucho más seria que la labor profesional, por lo que es bueno aligerarla introduciendo algún elemento humorístico. Esto exige una madurez auténtica, la cual incluye cierto espíritu de travesura en lugar de «actuar como un adulto».
Si a alguien no le gustan los nombres paródicos que hemos elegido, puede inventar otros. Cuantos más, mejor. Claro que hay otras maneras de expresar reprobación. Quien quiera sonar «profesional» puede mostrarlo de otras maneras. Se transmitirá el mismo mensaje reprobatorio, pero con mayor tiempo y esfuerzo, especialmente si no se hace uso de la burla. Es necesario asegurarse de que esta alternativa no induzca a escatimar esfuerzos: no dejemos que la presión contra las «digresiones» nos lleve a criticar de manera insuficiente las cosas nocivas que mencionamos, porque eso tendría el efecto de legitimarlas.
Notas
- Actúe contra estos productos: u.fsf.org/ithings, u.fsf.org/swindle, u.fsf.org/ebookslist, upgradefromwindows.org
- u.fsf.org/drm